¿Cómo joder tus implantes con malos hábitos?

implantes

Si tienes implantes o estás pensando en ponértelos, debes saber que puedes joderlos con hábitos tontos y diarios que parecen inofensivos pero que, poco a poco, van cargándose el trabajo que te está costando reconstruirlos.

Si reconoces alguno de estos hábitos, ya sabes: cámbialo.

 

Fumar

Fumar afecta directamente al proceso de cicatrización. Cuando te colocan un implante, el hueso necesita unirse al metal (eso se llama osteointegración). Si fumas, ese proceso va mucho peor, porque el tabaco reduce el flujo de sangre, seca las encías y deja el tejido más débil.

Además, los fumadores tienen muchas más posibilidades de sufrir periimplantitis, una infección alrededor del implante. Empieza con una inflamación leve, luego sangras un poco, después duele… y, al final, el implante se mueve.

Si te cuesta dejarlo, intenta reducirlo mientras cicatriza la zona.

 

La higiene

Los implantes no tienen caries, pero las encías y el hueso que los rodean pueden sufrir infecciones, si no los limpias bien. Y cuando eso pasa, el implante está en peligro.

  1. Cepillarse dos veces al día es lo mínimo.
  2. También hay que usar hilo dental o cepillos interdentales.
  3. Y, si puedes, colutorio dental cada dos o tres cepillados.

Los expertos de Clinica Cooldent —una clínica que sabe bastante de esto— ha comprobado que son muchos los pacientes que creen que, si no duele, todo va bien. Y no.

La periimplantitis empieza sin dolor. Cuando notas molestias, ya llevas semanas o meses acumulando placa. Estos expertos nos aconsejan limpiar alrededor de los implantes como si fueran dientes naturales, pero con más cuidado. Y si hay zonas difíciles, ir al higienista cada pocos meses. Es mejor una limpieza profesional que un implante perdido.

 

Usar la boca como herramienta

Hay gente que no necesita abrir una botella con un abridor porque tiene dientes. O abre bolsas, o corta celo, o muerde bolígrafos. Y luego se queja de que el implante se movió o que la corona se rompió. ¡Pero vamos a ver, es normal!

Aunque parezcan resistentes, no soportan ciertos impactos. Un implante aguanta bien la presión normal de masticar, pero si lo usas para abrir un paquete o partir una cosa dura, la lías. Es cierto que a veces el daño no se nota al instante, pero el desgaste y las microfracturas se acumulan.

Lo mismo pasa con los que muerden bolis, clips o el propio interior de la mejilla: si tienes implantes, puedes aflojar la estructura. Al final, si fuerzas la unión entre el implante y el hueso, acabas con una pieza floja o incluso con la necesidad de repetir el procedimiento.

La boca sirve para comer, hablar, besar y poco más. No la uses para otra cosa.

 

Rechinar los dientes

Si te despiertas con dolor de mandíbula o notas que los dientes están más planos, probablemente rechinas los dientes por la noche (lo que se conoce como bruxismo).

Si eso pasa con dientes naturales ya es un problema, así que imagina con implantes. La presión constante afecta a la unión entre el implante y el hueso, y, con el tiempo, afloja o rompe la corona.

Aquí la solución pasa por usar una férula de descarga. Te acostumbras rápido y, sinceramente, es mucho mejor dormir con una férula que gastar miles de euros en reparar un implante dañado. También ayuda a aliviar la tensión en los músculos de la cara y mejora el descanso.

Yo conocí a alguien que se puso implantes y no sabía que tenía bruxismo. A los dos años, uno empezó a moverse. Cuando fue al dentista, el problema era el desgaste constante por rechinar. Le hicieron una férula y ya no le volvió a pasar.

Así que, si crees que podrías tener bruxismo, coméntalo con tu dentista.

 

Saltarse las revisiones

Los implantes necesitan revisiones periódicas. No cada semana, pero sí al menos una o dos veces al año.

El dentista revisa si hay inflamación, si las encías se retraen, si hay exceso de placa o si la mordida está bien ajustada. Una pequeña descompensación al morder hace que un implante se lleve más presión de la cuenta y, si eso no se corrige, da problemas.

Si te saltas las revisiones, todo puede complicarse mucho. Una periimplantitis avanzada, una mala oclusión o un tornillo flojo no se notan hasta que ya hay daño. Y en ese punto, las soluciones son mucho más caras y complicadas.

El mantenimiento hace que el implante dure diez o veinte años. Sin él, te puede durar la mitad. Si has invertido en tu boca, cuídala un poco más. No es tanto, y te ahorras disgustos

 

Comer cosas duras o pegar mordiscos sin pensar

No hace falta abrir botellas con los dientes para joder un implante. Basta con tener la costumbre de morder cosas duras. Algunos lo hacen con el hielo, otros con frutos secos, huesos o caramelos duros. Incluso hay quien corta hilos con los dientes. Todo eso genera una presión brutal sobre las coronas y los tornillos.

Los implantes están hechos para resistir, sí, pero no son de acero. Si fuerzas el punto de unión con el hueso, puedes provocar micromovimientos. Esos movimientos, con el tiempo, hacen que el hueso empiece a reabsorberse y el implante pierda estabilidad.

Si tienes hambre o ansiedad, busca otra forma de canalizarlo. Mastica chicle sin azúcar, toma algo más blando o simplemente para un segundo antes de usar los dientes como herramienta. Es cuestión de costumbre. Una vez que cambias ese chip, dejas de hacerlo sin pensar. Y créeme, tu boca te lo agradecerá.

 

Ignorar las señales del cuerpo

La boca avisa cuando algo va mal, pero mucha gente ignora esos avisos. Un poco de sangrado al cepillarte, un leve dolor al morder o un sabor raro no son normales. Son señales de que algo empieza a fallar.

He escuchado mil veces frases como “no me duele tanto” o “ya se pasará”. Y claro, se pasa… hasta que vuelve peor. Con los implantes, cualquier molestia hay que revisarla rápido. Porque si hay una infección o una inflamación, actuar a tiempo puede salvar el implante.

A veces basta con una limpieza o un ajuste, pero si lo dejas avanzar, se convierte en un problema serio. Es igual que cuando una zapatilla te roza: si lo ignoras, acabas con una herida. Pues con la boca, igual. No hay que dramatizar, pero tampoco pasar de todo.

 

Pensar que el implante es “para siempre” sin cuidarlo

Una cosa que mucha gente no entiende es que los implantes duran lo que tú cuides de ellos. No se mantienen solos. No son como un tatuaje que se queda ahí sin mantenimiento. Son parte de tu cuerpo, y necesitan atención.

Si haces todo bien —no fumas, limpias bien, vas al dentista, no muerdes cosas raras— te pueden durar muchos años. Pero si te olvidas de ellos, si los tratas como un adorno, se estropean. Es simple.

El cuidado diario es lo que marca la diferencia. No hay trucos, ni productos mágicos, ni enjuagues milagrosos. Solo constancia. Y no hablo de obsesionarse, sino de tener un mínimo de sentido común.

 

Cuidar los implantes es más fácil de lo que parece

A veces, la gente se complica. Básicamente, se trata de tres cosas: limpieza diaria, evitar excesos y hacer revisiones. Nada más.

No hay que ser perfecto, solo constante: si un día se te olvida el hilo dental, no pasa nada, pero no puede ser la norma. Y si te notas algo raro, no lo ignores. Cuanto antes se revise, más fácil se soluciona.

 

Lo que pasa cuando haces las cosas bien

Cuando se cuidan bien, los implantes funcionan igual o mejor que los dientes naturales. Puedes comer tranquilo, hablar sin preocuparte y olvidarte de los problemas que tenías antes. He visto a gente que, tras años de inseguridad por sus dientes, recuperó la confianza.

Pero también he visto a otros volver al principio por descuidarse. Y duele, no solo por el dinero, sino porque es una frustración tremenda. Por eso creo que merece la pena recordar lo básico: si ya has pasado por la cirugía, la espera y la inversión, no la tires por hábitos que puedes cambiar hoy mismo.

 

Lo que de verdad importa

Cuidar los implantes no tiene que ser una tortura ni una lista de obligaciones. Solo hay que entender que no son algo ajeno a ti. Forman parte de tu cuerpo, y lo que hagas o dejes de hacer les afecta.

Si te cepillas bien, vas a tus revisiones, dejas el tabaco y no haces locuras con la boca, tus implantes durarán muchos años. No hay misterio. La mayoría de los problemas vienen por descuidos pequeños que se repiten.

Yo lo veo así: te has esforzado por tener una sonrisa sana, has invertido tiempo y dinero, y lo único que hace falta ahora es cuidarla un poco cada día. Sin dramas, sin complicaciones. Solo con sentido común.

Y si un día dudas o notas algo raro, no lo ignores. Llama a tu dentista. Que no te dé pereza. Más vale una revisión a tiempo que perder lo que tanto te costó conseguir.

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