De vez en cuando, hacerse un regalo es sano

descanso

Cuando pienso en todo lo que hacemos cada día, a veces me sorprendo de cómo seguimos en pie. Nos levantamos temprano, trabajamos, estudiamos, cuidamos de los demás, intentamos mantener la casa en orden, hacer ejercicio, comer bien, estar al día con amigos y familia… y, aún así, nos exigimos más. Es como si nunca fuera suficiente, siempre hay algo más por hacer.

Me ha pasado muchas veces: días enteros corriendo de un lado a otro, sintiéndome culpable si me detenía un segundo. Pero un día me di cuenta de que no podemos seguir así. Necesitamos parar, respirar, mimarnos un poco.

A veces, un pequeño regalo, un descanso, o un capricho marcan la diferencia entre estar al borde del colapso y sentirnos bien. Nos lo debemos, porque nadie más lo hará por nosotros.

 

Es muy importante que te cuides a ti mismo

Hubo un tiempo en el que pensaba que parar era perder el tiempo. Si estaba cansada, me decía: «Venga, un esfuerzo más». Si llevaba horas delante del ordenador y me dolía la cabeza, me repetía: «Solo un ratito más, ya descansarás luego». ¿Os suena? Estoy segura de que sí. El problema es que ese «luego» nunca llegaba, porque siempre había más por hacer.

Cuidarse a uno mismo no es solo darse caprichos, es escuchar al cuerpo y a la mente. Si estás agotado, descansa. No pasa nada por apagar el ordenador y darte un paseo. Si sientes que no puedes más, tómate un respiro. No eres un robot (y yo tampoco). Ir a la naturaleza, dar una vuelta sin rumbo, tumbarte en el sofá sin sentirte culpable… todo eso es muy necesario.

Recuerdo un día en particular. Llevaba semanas trabajando sin parar, con mil cosas en la cabeza. Un sábado me desperté con dolor de cabeza y la primera idea que me vino fue: «Voy a aprovechar para adelantar trabajo». Pero, por una vez, decidí hacer lo contrario: no encendí el portátil, cogí el coche y me fui sola al campo.

Respirar aire fresco, caminar sin prisas, escuchar el silencio… fue como resetearme. Volví a casa cansada, sí, pero de ese cansancio que sienta bien. Me sentí renovada. Desde entonces, intento escucharme más. Si necesito desconectar, desconecto. Si necesito descansar, descanso.

 

También es muy importante que te esfuerces

Ahora bien, no me malinterpretéis. Mimarse está bien, pero no podemos caer en el extremo de huir de cualquier esfuerzo. Vivimos en un mundo que nos pide resultados, y, aunque a veces nos quejemos, el esfuerzo también tiene su parte positiva. Hay algo muy satisfactorio en saber que has trabajado duro por algo y que lo has conseguido.

A veces veo mensajes por ahí que dicen: «No te exijas tanto, relájate». Y sí, claro, hay que relajarse, pero también hay que esforzarse. Si siempre evitamos el esfuerzo, nos perdemos la recompensa. Esa sensación de decir: «Me lo he currado y ha valido la pena». Porque, seamos sinceros, no todo en la vida puede ser fácil. Y no pasa nada.

He tenido días en los que me he obligado a levantarme temprano, aunque no me apeteciera. Días en los que he dicho: «Hoy toca trabajo duro». Y cuando finalmente he acabado, la satisfacción ha sido enorme. Creo que lo importante es encontrar un equilibrio. Saber cuándo apretar y cuándo aflojar. Y sí, cuesta, pero se aprende.

 

Ofrécete, de vez en cuando, algún regalo

Y aquí viene la parte que más me gusta: darse un regalo. Porque sí, esforzarse está bien, cuidarse también, pero de vez en cuando, mimarse con algo especial es la guinda del pastel. No hablo solo de cosas materiales (aunque también), sino de experiencias, momentos y detalles que nos hagan felices.

  • Si eres mujer, quizá ese vestido que llevas tiempo mirando o incluso un día de spa solo para ti. ese bolso que te hace ojitos cada vez que pasas por la tienda. La marca española de bolsos de tela eco-chic, Hello Bags, aporta que también puedes regalarte ese bolso que te hace ojitos cada vez que pasas por la tienda o cada vez que lo ves en internet.
  • Si eres hombre, ¿por qué no darte ese capricho que llevas meses pensando? Ese reloj que tanto te gusta, un viaje con los colegas, o incluso una escapada solo para desconectar.

Recuerdo un regalo que me hice hace poco: un fin de semana en la playa, sola. Sin horarios, sin planes, sin obligaciones. Me levanté tarde, comí lo que me apeteció, leí un libro… Fue un regalo que me di a mí misma y que, sinceramente, me supo a gloria. Y no, no me sentí culpable. Al contrario, volví con las pilas cargadas y con más ganas de todo.

No tiene por qué ser algo caro o complicado. A veces, un simple café en tu cafetería favorita, un helado en pleno invierno o una tarde viendo pelis sin moverte del sofá es suficiente. Lo importante es darte ese pequeño placer que te haga sonreír.

 

Otros tipos de cuidados hacia ti mismo: la salud mental

Cuando hablamos de cuidarse, muchas veces pensamos solo en lo físico, pero la salud mental es igual de importante (si no más). Y aquí también entra el tema de regalarse cosas. ¿Cuántas veces hemos ignorado lo que sentimos porque «hay cosas más importantes que hacer»? Yo lo he hecho muchas veces, y no os lo recomiendo.

Ir a terapia, por ejemplo, puede ser uno de los mejores regalos que te hagas. Y lo digo por experiencia. Hablar con alguien, desahogarte, entenderte mejor… es un lujo que, sinceramente, todos deberíamos permitirnos.

Pero no solo se trata de terapia, también de cosas cotidianas. Poner límites, como decir «no» sin sentirte culpable, alejarte de personas o situaciones que te drenan, dedicarte tiempo para hacer lo que realmente te gusta o simplemente quedarte en silencio sin presiones.

La salud mental también implica perdonarte a ti mismo, dejar de ser tan duro contigo y entender que no siempre puedes con todo, y eso está bien.

Cuidar tu mente es tan vital como cuidar tu cuerpo, porque sin equilibrio mental, todo lo demás se tambalea.

Aceptar que no siempre estaremos al 100%, permitirnos días malos y buscar ayuda cuando lo necesitemos es una de las mayores muestras de amor propio que existen.

 

¿Cómo saber cuándo es bueno darse un regalo y cuándo es momento de esforzarse?

Esta es la pregunta del millón, ¿verdad? Porque no siempre es fácil saber cuándo parar y cuándo seguir. A mí me ha costado mucho encontrar ese equilibrio, y aún hoy sigo aprendiendo.

Lo que me ha funcionado es hacerme preguntas simples: ¿Estoy agotada? ¿Llevo demasiado tiempo sin un respiro? ¿Me siento saturada? Si la respuesta es sí, entonces es momento de parar, de cuidarme, de darme un regalo.

También me ayuda reflexionar sobre el contexto. Si he estado esforzándome mucho últimamente, me permito ese descanso sin culpa. Pero si noto que lo que me pasa es pura pereza o ganas de escaquearme, entonces me digo: «Venga, un empujón más».

El equilibrio no siempre es fácil de encontrar, y creo que cada uno tiene que descubrir qué le funciona mejor. Algunos días necesitamos pausa y otros, disciplina. Escuchar al cuerpo y a la mente es clave.

No hay una fórmula mágica, pero ser honestos con nosotros mismos ayuda mucho. Y no tener miedo de darnos un capricho cuando realmente lo necesitamos, pero también de exigirnos cuando sabemos que podemos dar un poco más.

 

Cuídate, pero no caigas en el consumismo

Ahora bien, una cosa es cuidarse y otra caer en el consumismo. Porque tampoco se trata de estar comprando cosas todo el día o buscando gratificación instantánea cada dos por tres. Al final, si abusamos de eso, pierde su valor.

Lo importante, al menos para mí, es que esos regalos sean especiales. Algo que realmente nos haga ilusión, no un intento de tapar un vacío. Cuidarse no es llenar la casa de cosas, es saber cuándo necesitas ese mimo extra.

Yo intento no abusar. Prefiero hacerme un regalo de vez en cuando, pero que sea algo que realmente me apetezca. Un regalo que haya pensado, que me motive, que me saque una sonrisa de verdad.

Lo mismo ocurre con el tiempo de descanso. Si cada día me regalara horas y horas de sofá, acabaría harta. Pero si lo hago cuando realmente lo necesito, lo disfruto mucho más.

El equilibrio también está en no confundir el autocuidado con el consumo excesivo. Porque al final, lo que buscamos no es acumular cosas, sino sentirnos bien, en paz y satisfechos con nosotros mismos. Y a veces, eso no se compra con dinero.

 

¿Necesitas un descanso?

Cuidarse, esforzarse, saber cuándo parar y cuándo seguir… al final, todo forma parte de ese equilibrio que tanto buscamos. Y aunque no siempre es fácil, merece la pena intentarlo.

Así que mi consejo es este: escúchate siempre. Cuando sientas que necesitas un respiro, tómalo. Cuando creas que puedes dar un poco más, hazlo. Y, sobre todo, no te olvides de darte un capricho de vez en cuando.

Porque sí, te lo mereces.